Intento dejar aflorar todos mis sentimientos para traducir en palabras cómo os amo, pero no soy capaz.
Procuro abrirme, conocerme, indagarme, sentirme entera, llenarme para regalar, vaciarme de las carencias para estar más y más cerca de vosotros. Para entregarme como me gustaría. Pero no lo consigo. Siento que merecéis más de lo que os ofrezco y de lo que soy capaz de daros, solo por el hecho de ser. Sin embargo, me habéis elegido y no es una cuestión de azar que hagamos parte del camino juntos.
Y vosotros, me regaláis vuestras miradas de amor puro, me entregáis todo lo que tenéis solo por el hecho de ser vuestra madre. A veces, me gustaría poder deshacerme de todo esto. De este papel. Quizás seríamos más libres. Iremos encontrando el camino juntos, espero.
Según me han dicho yo os amo como nadie, pero no lo siento así.
Os amo mucho, mucho y mucho. Hasta el infinito y más allá porque no hay nada comparable a desear un hijo y una hija, gestarlos y acompañarlos.
Pero cuando me detengo y me dejo sentir, me vivo infinitamente más amada por vosotros de lo que nunca os podré amar yo. En el fondo, es como si amaros a veces me diera miedo. Me da miedo haceros esclavos de este vínculo, me da miedo no saber dejar distancia, me da miedo no retirarme a tiempo…
A veces me asusta acercarme a las sombras que voy descubriendo en este viaje a la maternidad que me ha bañado en tanta lucidez.
Seguiré escuchándome, construyéndome, escuchándoos y tomando vuestra guía para acompañaros como merecéis en esta aventura. Gracias por elegirme.
Os amo y me siento amada y regalada como nunca y en desmesura.
¡Gracias!